domingo, 23 de agosto de 2020

Horario infantil

Horario infantil.

¿O quizá deberíamos referirnos a él como horario familiar?

No vamos a engañar a nadie si decimos que esto de la ma/paternidad no nos cambia la vida. Nos la cambia sí, o bueno, mejor dicho, nos la reestructura de forma diferente, ni mejor ni peor. Creo que no me equivoco si digo que uno de los cambios más importantes es el tema horarios: comenzando por esas horas de sueño robadas, esas siestas a deshoras, esos malabares en los horarios laborales para llegar a todo y poder disfrutar lo máximo de nuestros hijos/as, esos cambios en los horarios de las comidas…. Y precisamente este último punto es del que vengo a hablaros hoy. 

En nuestra casa siempre hemos sido de comer, pero sobre todo cenar tarde. Y cuando digo tarde me refiero a las 22-22:30 de la noche. Y es que nuestro espíritu de no parar quietos nos hacía estar ocupados hasta tarde. Y bueno con la llegada de nuestra primera hija así seguíamos organizándonos los primeros meses. Y es que llevar la comida siempre encima es lo que tiene. Para mí una de las ventajas de la lactancia materna (a demanda, no nos olvidemos) es que daba igual donde nos pillase o qué hora fuese, si se nos hacía tarde ella comía y luego a dormir donde fuese (ahí también nos ayudó mucho el porteo). Pero de repente algo cambió con la alimentación complementaria. Poco a poco nos fuimos dando cuenta que ella sacaba su genio cuando “se nos hacía tarde” para comer o cenar y entonces entrabamos en un bucle sin salida. Aún recuerdo cuando I. tenía 9-10 meses, acudíamos a un grupo de lactancia por las mañanas un día a la semana (queridos mamalatte de centro maternalia). De regreso a casa hacia las 12:30-13:00 no había día que I. no llegase dormida. Pero claro se despertaba al poco de llegar a casa, por lo que no había dormido lo suficiente, pero se levantaba con mucha hambre y la comida estaba sin terminar de preparar. Todo ello acababa en explosión de lloros y más lloros. Por no hablar que las siestas posteriores eran un infierno. Fue ahí cuando nos dimos cuenta que algo teníamos que cambiar. Y ya a partir de entonces los tuppers nos acompañaban casi siempre que salíamos de casa. Si preveíamos que íbamos a volver pasadas las 12-12:30 del medio día: preparábamos comida para llevarle. De igual forma si preveíamos que íbamos a volver más tarde de las 19:00 de la tarde. Si, habéis leído bien, las 19:00 de la tarde. Y es que a partir de entonces esa se convirtió en la hora de cenar de la peque. Ya que, si comía pronto, echaba siesta pronto, merendaba pronto y por tanto cenaba pronto.

En ese momento siempre nos sentíamos los raros del lugar. Hasta que I. comenzó la escuela infantil y para nuestra sorpresa, nuestro horario encajaba a la perfección con el horario de la escuela, donde para las 12:00 del medio día ya estaban los niños y niñas comidos. Os he de decir que tuvimos la oportunidad de pasar un día acompañando a la clase de I. y madre mía, tendríais que ver como devoraban la comida a eso de las 11:30 y eso que antes les daban un pequeño almuerzo. Así que, desde entonces, aunque nos seguíamos sintiendo raritos al sacar el tupper con la cena de nuestra hija a las 19:30 de la tarde, teníamos la conciencia algo más tranquila.

Aquí os dejo una serie de ventajas que por lo menos en nuestro caso ha tenido el hecho de comer/cenar pronto:

·        Comen cuando realmente tienen hambre respetando sus señales de apetito.

·        Evitamos posibles enfados desencadenados por hambre (no sabéis la de rabietas que nos hemos evitado por esto).

·    Evitamos picotear sin parar antes de comer/cenar. Muchas veces esos picoteos se convierten en “les damos cualquier cosa”, sobre todo cuando estamos fuera de casa. Y por consiguiente conseguimos que coman o cenen mejor lo que teníamos establecido para ese día.

·      Después de cenar nos queda algo de tiempo para jugar un rato, intentamos que sea juego tranquilo o en nuestro caso muchos días aprovechamos ese rato para la hora del baño.

·       Las horas de descanso son fundamentales en los niños/as, de esta forma se acuestan pronto, algo importante sobre todo una vez van a la escuela infantil o colegio donde muchas veces nos toca despertarles temprano. 


Pero aquí no termina todo, no solo nos dimos cuenta que I. tenía unos horarios naturales muy diferentes a los nuestros. Sino que nos dimos cuenta que comía mejor y toleraba mejor las rutinas si nosotros le acompañábamos en ese proceso. Así que decidimos readaptar nuestros horarios y pasar a comer todos juntos. Y es que nunca me cansaré de decir que como más aprenden los niños y niñas es por imitación. Además, el acto de comer, no consiste solo en nutrirnos sino que es un acto social, emocional, y vivirlo acompañado lo llena de sentido. Por eso desde entonces en nuestra casa se come a las 13:00 y se cena a las 19:30. Y es que, con la llegada de la peque, vimos que estos cambios que ya habíamos interiorizado eran importantes de mantener. Además, que ella misma nos lo pedía igual que su hermana (tenéis que ver el mal humor que hacen las dos cuando se nos pasa la hora de comer y se les apodera el sueño). Y he de añadir que nosotros también gestionamos mejor los momentos posteriores a comer, sobre todo la hora de acostarles por la noche, cuando ya estamos comidos o cenados. Si un día no hemos podido cenar con ellas y por lo que sea se complica y alarga el momento de dormir, nuestra paciencia está mucho más al límite y entramos en un bucle: ellas sin poder conciliar el sueño y nosotros enfadados porque no consiguen dormir y tenemos en la mente el hecho de que tenemos aún que cenar antes de hacer las mil y una cosas que todos aprovechamos a hacer cuando los y las peques duermen (bien sea preparar comidas, recoger ropas, ducharnos o simplemente desconectar de todo el día y poder hablar con alguna amiga/o). Y claro, nuestro descanso también es importante, aunque a veces no lo valoremos.

Llegados a este punto os podéis estar planteando que bueno, esto es fácil durante el curso escolar, donde tienen unas rutinas, anochece pronto y hace frío. Pero ¿en verano o vacaciones? Pues en verano y vacaciones, más de lo mismo. En nuestro caso siempre dejamos la comida y cena lista antes de volver a casa, no somos buenos amigos de esperar a que luego esté la comida preparada. E intentamos estar todos temprano en casa para comer o cenar (por lo menos uno de los dos con la más peque sí o sí) o el tupper nos acompaña a todos los lados. Y muchas veces no solo con la comida o cena de las peques, sino que aprovechamos ya para comer o cenar los 4 por ahí. Y bueno también tenemos días de descontrol, no os penséis. 

Con todo esto no quiero imponeros unas rutinas ni unos horarios en vuestras casas. Os cuento todo esto porque es algo que, a mí, antes de tener a mis hijas, me parecía irrelevante, no porque tengáis que hacer lo mismo. Cada casa es un mundo y cada casa tiene su realidad, sus ritmos, sus circunstancias… no a todas las familias les funciona lo mismo, cada quien tiene que encontrar sus fórmulas. Pero sí os animo a que escuchéis los ritmos de vuestros/as peques y en la medida de lo posible se los respetéis y acompañéis. Y sobre todo un conejo: sean los horarios que sean que adaptéis en vuestra casa, hacer que sean los horarios familiares, comer en familia siempre que podáis y disfrutar de ello. Nutrir vuestras almas y no solo vuestros cuerpos. 



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