lunes, 3 de agosto de 2020

Mi peque no quiere comer

Una de las cosas que más nos preocupa a los padres/madres cuando nuestros peques empiezan con la alimentación complementaria (AC) es que coman. Bueno cuando comienzan la AC y cuando van creciendo. Y es que vivimos en una sociedad marcada aún por las generaciones pasadas, donde poder comer todos los días buenas cantidades de alimentos era casi un lujo, los niños y niñas “rellenitos” eran sinónimo de que eran de buena familia. Pero los tiempos han cambiado y a día de hoy y en la sociedad que nos ha tocado vivir, podemos sentirnos afortunados, ningún niño se va a morir de hambre. En España en torno al 40% de los niños/as sufren sobrepeso u obesidad (informe OCD-NAOS)



Uno de los aspectos que más nos cuesta como padres y madres es aceptar que los niños marcan su ritmo a la hora de comer. Bastante tienen con sentirse sometidos a los horarios y rutinas de los adultos, los cuales muchas veces no encajan con sus ritmos naturales, y de ahí vienen muchos problemas (esto da para otro post), como para encima tener que depender de lo que le apetezca comer al adulto. El decir si un niño come mal o bien, mucho o poco, es algo que juzgamos desde la perspectiva del adulto, no teniendo en cuanta el hambre o saciedad del niño o niña. ¿cuántas veces hemos visto decir a un niño/a no quiero más y se le ha servido un cacito más porque total, o se le ha insistido en comer un trozo más? Lo primero es eso, aceptar sus propios ritmos, que no tienen porque ser igual que los nuestros. Y muy importante también es tener presente si el niño/a está preparado para comenzar con la AC (el comienzo de la alimentación comeplementaria: Cúando) Si no cumple con los requisitos para comenzar, probablemente veremos cómo apenas quiere comer, no le forcemos. Pero no solo es importante respetar sus ritmos, sino también sus gustos.  No conozco a nadie que le guste todo, absolutamente todo, siempre hay algo que, aunque lo comamos lo hacemos más a disgusto o simplemente no lo comemos. ¿No nos gustaría que nos obligasen en esos casos verdad? Pues respetemos a nuestros peques.

Una vez interiorizado que debemos respetar sus ritmos y sus gustos, ¿qué pasa cuando no comen? Lo primero debemos preguntarnos, si realmente no comen nada o comen algo, pero no todo lo que a nosotros nos gustaría. Si realmente no comen nada nada nada, entonces tenemos un problema. Pero si comen poco, por poco que sea (importante recordar que la lactancia también cuenta como comida) probablemente sea suficiente. Y es que los niños y niñas no crecen porque comen, sino que comen porque están creciendo. Es decir, por más que coman no van a crecer más. Su ritmo de crecimiento les marca lo que necesitan comer. En este aspecto pasan por fases de mayor crecimiento y otras de menor. Por lo general en torno al año de edad viven una etapa de anorexia, donde muchos niños pasan a comer muy poco, porque su ritmo de crecimiento se ha ralentizado y no necesitan tanta comida. Pero no podemos olvidarnos que la alimentación no es solo el simple acto de comer y nutrirnos, sino que puede incluso focalizar y canalizar las emociones, relaciones sociales y ser reflejo del entorno que nos rodea. Por ello hay muchas situaciones que pueden afectar a la alimentación de las personas y a su apetito. Si les observamos comer a los peques podemos recibir mucha información sobre ellos y ellas. 

Pero aparte de por la disminución en el ritmo de crecimiento, los cambios en la alimentación y, sobre todo, en la cantidad de comida, pueden venir marcadas por otras situaciones:

-          Fase de reafirmación del yo. Esta fase se suele dar entre los 2-3 años y viene marcada por el no. Los niños/as son conscientes de que son seres independientes, quieren conocer sus límites y por supuesto los nuestros. Es por ello que en esta fase el no será una de sus palabras preferidas. Nos harán perder la paciencia una y mil veces, pero debemos entender que forma parte de su correcto desarrollo. En esta etapa también suelen estar muy presentes las rabietas.

-          Calor- verano. Por lo general es una época del año donde el apetito suele ser menor, o bueno más bien la apetencia de lo que preferimos comer cambia. A veces nos cuesta volver a dar con los nuevos gustos de los y las peques. Y también suele pasar mucho qué, aunque nosotros pensemos que les apetecerá más comida fresquita, ellos viven felices con un buen puchero caliente. De nuevo aceptemos sus gustos.

-       Cambios en los cuidadores de referencia. Por lo general esto sucede con la incorporación de la madre al trabajo. Esta situación les afecta bastante y puede ser que los niños/as hagan una “huelga de hambre” hasta volver a encontrarse con su madre. Se observa sobre todo en niños/as que siguen con lactancia materna, donde en el pecho de su madre además de alimento encuentran seguridad. Pero con niños que toman leche artificial también puede suponerles un gran cambio ya que se separan de su cuidador principal de referencia, que de nuevo no nos olvidemos les da seguridad. Por el contrario, puede haber niños/as que lo que hagan sea comer mucho en esa ausencia de ese adulto de referencia, que no siempre será la madre, y en cambio “pagarlo” luego con él o ella y no querer comer una vez están en casa.

-          Comienzo de las escuelas infantiles o colegios. En niños muy pequeños puede ir ligado al hecho de que la madre se tenga que incorporar al trabajo, pero sea cuando sea y por el motivo que sea esta situación les supone un cambio que a muchos niños y niñas no les da seguridad y lo expresan a través de la comida. Va un poco ligado a esos cambios en los cuidadores de referencia. Pero en este caso se suma también el factor de que muchos niños y niñas pasarán a comer en comedores escolares, con los cambios en hábitos que ello puede suponer. En esta etapa es muy importante la comunicación con nuestros hijos e hijas y ser capaces de ver si esa disminución en el apetito es reflejo de algún otro problema.

-          Cambios familiares. En este apartado hay tres aspectos que pueden marcar y afectar la alimentación del niño y son:

o   La llegada de un nuevo hermano o hermana a la familia.

o   La pérdida de algún familiar cercano.

o   Un cambio de domicilio familiar, sobre todo si acarrea cambio de ciudad, colegio, entorno de amistades etc…


Hasta aquí todo es más o menos reflejo de cambios en el entorno social, sin embargo, hay que tener presente que una disminución muy clara del apetito, ligada sobre todo a una bajada de peso, puede ocultar detrás algún problema de intolerancia o alergia alimentaria. Hay casos en que la falta de apetito es una reacción de defensa del cuerpo hacia un alimento que el propio organismo sabe que le sienta mal pero aún no ha sido diagnosticada una intolerancia o alergia. Otra situación clínica que también causa inapetencia a la hora de comer es la anemia ferropénica. Por eso en caso de ver muy disminuido el apetito de un peque sin ninguna causa a priori justificada y si unido a ello le notamos como muy cansado y apático en general, lo mejor es consultarlo con el o la pediatra y que le realicen una analítica de sangre.

Como podéis ver la alimentación del niño/a no solo nos da información de su desarrollo, crecimiento y estado de salud, sino que nos proporciona mucha información acerca de la vida social y emocional del peque. Por ello es muy importante respetarles en todo lo relacionado con la comida y sobre todo saber escucharles. Y, por último, no nos olvidemos que los niños y niñas aprenden por imitación, muy probablemente quieran comer junto con el resto de la familia y no solos y comer lo mismo que los demás. Pensemos que tipo de alimentación queremos para nuestros hijos e hijas y seamos ejemplo para ellos y ellas.

¡Confía en tus hijos e hijas y disfrutad juntos comiendo!

1 comentario:

  1. Me parece super interesante el post, y muchas de las cosas que hablas, también para niños más mayores. En nuestro caso, nuestra hija pequeña (que ahora ya tiene 10 años) no es que no quisiese comer, sino que no quería comer en trozo. Cada vez que le dábamos cosas en trozo (fruta, verdura, pescado, carne...), suponía que la niña no comía, y mal rato para ella y para nosotros. Una vez empezó la ikastola (con dos años), comenzó a comer algunas cosas y a día de hoy come de todo y bien, eso sí, muy lenta (en ocasiones demasiado). En su día lo achacamos a que los dientes no le salieron poco a poco, sino que fueron todos casi a la vez, lo cual le provocaba mucho dolor en la boca, y no querer masticar. Con el tiempo, no es que haya sido de comer mucho (en esto me abrieron los ojos comparándome el tamaño de su estómago con una pelota de tenis), pero come cantidad suficiente y dieta variada. Hemos conseguido que las comidas dejen de provocar tensión, y poder tener ese momento para disfrutarlo, y ser un buen rato para todos.

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