Una
de las cosas que más nos preocupa a los padres/madres cuando nuestros peques
empiezan con la alimentación complementaria (AC) es que coman. Bueno cuando
comienzan la AC y cuando van creciendo. Y es que vivimos en una sociedad
marcada aún por las generaciones pasadas, donde poder comer todos los días
buenas cantidades de alimentos era casi un lujo, los niños y niñas “rellenitos”
eran sinónimo de que eran de buena familia. Pero los tiempos han cambiado y a
día de hoy y en la sociedad que nos ha tocado vivir, podemos sentirnos
afortunados, ningún niño se va a morir de hambre. En España en torno al 40% de
los niños/as sufren sobrepeso u obesidad (informe OCD-NAOS).
Una vez interiorizado que debemos respetar sus ritmos y sus gustos, ¿qué pasa cuando no comen? Lo primero debemos preguntarnos, si realmente no comen nada o comen algo, pero no todo lo que a nosotros nos gustaría. Si realmente no comen nada nada nada, entonces tenemos un problema. Pero si comen poco, por poco que sea (importante recordar que la lactancia también cuenta como comida) probablemente sea suficiente. Y es que los niños y niñas no crecen porque comen, sino que comen porque están creciendo. Es decir, por más que coman no van a crecer más. Su ritmo de crecimiento les marca lo que necesitan comer. En este aspecto pasan por fases de mayor crecimiento y otras de menor. Por lo general en torno al año de edad viven una etapa de anorexia, donde muchos niños pasan a comer muy poco, porque su ritmo de crecimiento se ha ralentizado y no necesitan tanta comida. Pero no podemos olvidarnos que la alimentación no es solo el simple acto de comer y nutrirnos, sino que puede incluso focalizar y canalizar las emociones, relaciones sociales y ser reflejo del entorno que nos rodea. Por ello hay muchas situaciones que pueden afectar a la alimentación de las personas y a su apetito. Si les observamos comer a los peques podemos recibir mucha información sobre ellos y ellas.
Pero
aparte de por la disminución en el ritmo de crecimiento, los cambios en la
alimentación y, sobre todo, en la cantidad de comida, pueden venir marcadas por
otras situaciones:
-
Fase
de reafirmación del yo. Esta fase se suele dar entre los 2-3 años y viene
marcada por el no. Los niños/as son conscientes de que son seres
independientes, quieren conocer sus límites y por supuesto los nuestros. Es por
ello que en esta fase el no será una de sus palabras preferidas. Nos harán
perder la paciencia una y mil veces, pero debemos entender que forma parte de
su correcto desarrollo. En esta etapa también suelen estar muy presentes las
rabietas.
-
Calor-
verano. Por lo general es una época del año donde el apetito suele ser menor, o
bueno más bien la apetencia de lo que preferimos comer cambia. A veces nos
cuesta volver a dar con los nuevos gustos de los y las peques. Y también suele
pasar mucho qué, aunque nosotros pensemos que les apetecerá más comida
fresquita, ellos viven felices con un buen puchero caliente. De nuevo aceptemos
sus gustos.
- Cambios
en los cuidadores de referencia. Por lo general esto sucede con la incorporación
de la madre al trabajo. Esta situación les afecta bastante y puede ser que los
niños/as hagan una “huelga de hambre” hasta volver a encontrarse con su madre.
Se observa sobre todo en niños/as que siguen con lactancia materna, donde en el
pecho de su madre además de alimento encuentran seguridad. Pero con niños que
toman leche artificial también puede suponerles un gran cambio ya que se
separan de su cuidador principal de referencia, que de nuevo no nos olvidemos
les da seguridad. Por el contrario, puede haber niños/as que lo que hagan sea
comer mucho en esa ausencia de ese adulto de referencia, que no siempre será la
madre, y en cambio “pagarlo” luego con él o ella y no querer comer una vez
están en casa.
-
Comienzo
de las escuelas infantiles o colegios. En niños muy pequeños puede ir ligado al
hecho de que la madre se tenga que incorporar al trabajo, pero sea cuando sea y
por el motivo que sea esta situación les supone un cambio que a muchos niños y
niñas no les da seguridad y lo expresan a través de la comida. Va un poco
ligado a esos cambios en los cuidadores de referencia. Pero en este caso se
suma también el factor de que muchos niños y niñas pasarán a comer en comedores
escolares, con los cambios en hábitos que ello puede suponer. En esta etapa es
muy importante la comunicación con nuestros hijos e hijas y ser capaces de ver
si esa disminución en el apetito es reflejo de algún otro problema.
-
Cambios
familiares. En este apartado hay tres aspectos que pueden marcar y afectar la
alimentación del niño y son:
o
La
llegada de un nuevo hermano o hermana a la familia.
o
La
pérdida de algún familiar cercano.
o
Un
cambio de domicilio familiar, sobre todo si acarrea cambio de ciudad, colegio,
entorno de amistades etc…
Hasta
aquí todo es más o menos reflejo de cambios en el entorno social, sin embargo,
hay que tener presente que una disminución muy clara del apetito, ligada sobre
todo a una bajada de peso, puede ocultar detrás algún problema de intolerancia
o alergia alimentaria. Hay casos en que la falta de apetito es una reacción de
defensa del cuerpo hacia un alimento que el propio organismo sabe que le sienta
mal pero aún no ha sido diagnosticada una intolerancia o alergia. Otra situación
clínica que también causa inapetencia a la hora de comer es la anemia
ferropénica. Por eso en caso de ver muy disminuido el apetito de un peque sin
ninguna causa a priori justificada y si unido a ello le notamos como muy
cansado y apático en general, lo mejor es consultarlo con el o la pediatra y
que le realicen una analítica de sangre.
Como
podéis ver la alimentación del niño/a no solo nos da información de su desarrollo,
crecimiento y estado de salud, sino que nos proporciona mucha información
acerca de la vida social y emocional del peque. Por ello es muy importante
respetarles en todo lo relacionado con la comida y sobre todo saber escucharles.
Y, por último, no nos olvidemos que los niños y niñas aprenden por imitación,
muy probablemente quieran comer junto con el resto de la familia y no solos y
comer lo mismo que los demás. Pensemos que tipo de alimentación queremos para
nuestros hijos e hijas y seamos ejemplo para ellos y ellas.
¡Confía en tus hijos e hijas y
disfrutad juntos comiendo!
Me parece super interesante el post, y muchas de las cosas que hablas, también para niños más mayores. En nuestro caso, nuestra hija pequeña (que ahora ya tiene 10 años) no es que no quisiese comer, sino que no quería comer en trozo. Cada vez que le dábamos cosas en trozo (fruta, verdura, pescado, carne...), suponía que la niña no comía, y mal rato para ella y para nosotros. Una vez empezó la ikastola (con dos años), comenzó a comer algunas cosas y a día de hoy come de todo y bien, eso sí, muy lenta (en ocasiones demasiado). En su día lo achacamos a que los dientes no le salieron poco a poco, sino que fueron todos casi a la vez, lo cual le provocaba mucho dolor en la boca, y no querer masticar. Con el tiempo, no es que haya sido de comer mucho (en esto me abrieron los ojos comparándome el tamaño de su estómago con una pelota de tenis), pero come cantidad suficiente y dieta variada. Hemos conseguido que las comidas dejen de provocar tensión, y poder tener ese momento para disfrutarlo, y ser un buen rato para todos.
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