Estar
delante de la estantería del supermercado y escoger un producto concreto muchas
veces no es tarea fácil. Todos confiamos que lo que pone en el etiquetado es totalmente cierto y nos dejamos llevar por frases del tipo “bajo en” “con menos
grasa”, “100% natural”, “sin aditivos ni conservantes”... Por no hablar de la
estética de los envases, que muchas veces nos atraen más que el producto en sí.
Es lo que tiene el marketing.
Antes
de entrar más a fondo, quiero dejar claro que TODO lo relacionado con las
etiquetas de los alimentos viene regulado por ley (Reglamento 1169/2011 sobre
la información alimentaria facilitada al consumidor). Sí, todo lo que aparece
es legal y está regulado, desde los ingredientes hasta los mensajes
publicitarios, las alegaciones nutricionales o incluso el tipo de letra empleada.
Pero no debemos olvidarnos de que, hecha la ley, hecha la trapa, y en eso la
industria alimentaria tiene un doctorado cum laude, siendo capaz de buscar las
debilidades de los consumidores e interpretando la ley dentro de la legalidad
pero a veces con una doble interpretación.
Con
un ejemplo todo se ve mejor:
Ejemplo
real de un jamón cocido en cuyo etiquetado aparece “CONTENIDO REDUCIDO EN SAL”.
Esta
alegación de bajo contenido en…. Solo nos indica que el producto tiene un 30%
menos de ese nutriente que otros productos similares. Bien, en este caso concreto
que tenga menos sal puede ser algo positivo, sin embargo, si nos fijamos en su
contenido en sal (1,25g/100g de producto) tampoco es que sea precisamente un
producto con bajo contenido en sal, simplemente lo tiene reducido respecto a
otros productos similares. Y lo que por el eslogan nos puede parecer que es lo
mejor de lo mejor, pues bueno tampoco es para tanto.
Ingredientes
JAMON COCIDO EXTRA CON
CONTENIDO REDUCIDO DE SAL Jamón de cerdo. Agua. Antioxidantes (E-326) (E-316).
Estabilizantes (E-420, E-451, E-407, E-415). Sal. Azúcar. Aromas. Cloruro
potásico. Potenciador del sabor (E-621). Conservador (E-250). Puede contener
trazas de PROTEINA DE la LECHE y SOJA. Puede contener: Soja y productos a base
de soja., Leche y sus derivados (excluida la lactosa).
Vamos
con otro ejemplo:
Un
ejemplo real de un zumo de naranja donde en el etiquetado aparece “FUENTE DE
VITAMINA C”.
Lo
primero vamos a los ingredientes y vemos como solo contiene zumo de naranja
exprimida. Bien, por lo menos no lleva azucares añadidos que no es poco. Pero
vayamos más allá. Con respecto a fuente de vitamina C, la legislación indica
que “solamente podrá declararse que un alimento es una fuente de vitaminas y/o
minerales, así como efectuarse cualquier otra declaración que pueda tener el
mismo significado para el consumidor, si el producto contiene como mínimo una cantidad
significativa tal como se define en la ley. en el Anexo de la Directiva
90/496/CEE o una cantidad establecida por las excepciones concedidas en virtud
del artículo 6 del Reglamento (CE) no 1925/2006 del Parlamento Europeo y del
Consejo, de 20 de diciembre de 2006, [sobre la adición de vitaminas, minerales
y otras determinadas sustancias a los alimentos].
La
cantidad significativa viene determinada generalmente como un 15% de la
cantidad recomendada. En el caso de vitamina C, la recomendación es de 60 mg, por
lo que el 15% supone 9 mg. Quedémonos con este dato.
El
zumo en concreto que se ha analizado, en la etiqueta pone que contiene 24
mg/100 ml. Por eso se puede decir que es fuente de Vitamina C. Pero ¿qué pasa si analizamos una naranja como
tal? Una naranja contiene 50 mg /100 g, como vemos, el doble que el zumo de
naranja analizado.
Con
la alegación de fuente de Vitamina C, podemos pensar que es algo propio de este
zumo, por lo que sería mejor que otros productos similares. Sin embargo, después de analizarlo en
profundidad, vemos como probablemente el aporte de vitamina C sea el
correspondiente a las naranjas empleadas para el zumo, por lo que no tiene porque suponer ninguna ventaja añadida respecto a otros productos que empleen naranjas, es más contiene menos vitamina C que una naranja como tal.
Y
ya como añadido, en este caso indican SIN PULPA, de una forma atractiva, por lo
que podemos pensar que es una ventaja añadida. Quizá organolépticamente a mucha gente le
resulta más agradable que encontrarse la pulpa de la naranja, pero ¿eso es
mejor? Me temo que no, ya que estamos quitando buena parte de la fibra de la
naranja.
Otro
ejemplo:
En
este caso os dejo enlazado este artículo donde podéis ver otro claro ejemplo al
respecto de las etiquetas y sus mensajes.
Así
podríamos seguir con cualquier producto, pero no pretendo que ahora nos
obsesionemos con todo lo que pone en las etiquetas, ni que hagamos un master
para saber lo que dice la ley en cada caso al respecto. Simplemente que seamos
conscientes que muchas veces las etiquetas van a buscar más el marketing y la
venta que el beneficio que pueda suponer para el consumidor, no nos podemos
olvidar que son el canal principal de comunicación entre la industria y el
consumidor. Que siempre funcionan con la ley en la mano, y que, aunque hay
algún caso concreto que no cumple la ley, sí que todo está muy regulado y
controlado a nivel español por la Agencia nacional de seguridad alimentaria y
nutrición (AECOSAN) y a nivel europeo por su homóloga, la EFSA.
Respecto
a estas agencias de seguridad, indicar que regulan todo tipo de aspectos de tal
forma que los alimentos que consumimos sean seguros, tanto a nivel de
contaminación como de toxicidad con el control de los ingredientes y aditivos
empleados. Resumiendo, que lo que compramos está controlado y es seguro. Pero adicionalmente, hay unos pequeños aspectos en los que nos podemos fijar en la etiqueta para
asegurar esa seguridad alimentaria de los productos que compramos y consumimos.
- Fecha
de consumo preferente à
nos indica la fecha a partir de la cual el producto pierde algunas características,
sobre todo a nivel organoléptico (olor, color, sabor) pero que no tiene porque
estar malo en cuanto a seguridad se refiere. Un ejemplo son los yogures, a
partir de la fecha de consumo preferente suelen tener más líquido y a veces nos
pueden resultar algo más ácidos, pero no implica que estén en mal estado, por
lo que lo podríamos consumir.
- Fecha
de caducidad à
es la fecha a partir de la cual el alimento no es seguro, no se puede asegurar
su seguridad en cuanto a contaminación, crecimiento bacteriano etc, por lo que
no se puede consumir.
- Modo
de conservación à
importante para que la fecha de consumo preferente y sobre todo la fecha de
caducidad realmente sirvan de algo. Pensemos en un producto que necesita ser
guardado en el frigorífico y que sin embargo nosotros lo dejamos a temperatura
ambiente, probablemente pierda esas características organolépticas aceptables
mucho más rápido, pero además el riesgo de que se contamine y no sea seguro
también es mayor.
- Modo
de empleo à importante para que el
alimento nos aporte todas sus cualidades a la hora de consumirlo.
- Aspecto
del envase à
nunca elegir un producto cuyo envase está estropeado. Esto es muy importante en
las conservas para evitar el botulismo, pero en general en cualquier producto
debemos fijarnos en el buen estado del envase.
Teniendo
en cuenta estos 5 aspectos, tenemos mucho ganado en cuanto a seguridad
alimentaria se refiere. Además, y una vez tenemos el producto en nuestra casa, en nuestras manos
está seguir unas buenas prácticas de higiene en la cocina (esto daría para otro
post sobre higiene y seguridad alimentaria)
Una
vez asumimos que los productos que se nos presentan son seguros y cumplen con
una ley en cuanto a etiquetado nutricional, mi consejo para poder elegir entre
uno u otro es no fijarse tanto en esos mensajes llamativos y alegaciones, sino
en lo que a la información nutricional se refiere, incluyendo la lista de
ingredientes. En este sentido, la información nutricional ya no se limita como
tal a frases breves y claras que todos entendemos, sino a números y datos que
muchas veces nos resultan desconocidos. Ahora quédate con estos 5 datos, que
serán los que analicemos en profundidad en la próxima entrada y que son los que
te pueden ayudar a elegir un producto u otro:
- Azúcar
- Sal
- Grasa
- Porción
- Numero
de ingredientes
Como
bien os he ido diciendo, recalco, para nada mi intención es generar el pánico y
la obsesión con el etiquetado nutricional, sino acercar todos estos conceptos
un poco más al consumidor, para que podamos ser conscientes de lo que comemos y
podamos elegir en base a la alimentación que queremos seguir.
Y
si te has quedado con ganas de más, no te pierdas las siguientes entradas.
Os dejo como referencia enlace a la legislación relativa.
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