Se trata de una receta pensada para poder llevar de almuerzo a la escuela, pero igualmente sirve para desayunar, merendar o cargar las pilas en cualquier momento del día.
¡S.O.S!
ya está aquí la vuelta al cole y como todos los años las familias empezamos a
estresarnos pensando en mil historias. Este año además siendo más raro y
estresante aún si cabe con todo el tema del coronavirus. Pero lo que está claro
es que la vida sigue. Como no podía ser menos la alimentación de nuestros y
nuestras peques es uno de esos temas que nos traen quebraderos de cabeza ya de
normal, pero se acentúa con el comienzo del curso: comedor escolar, como
completar la alimentación con buenas opciones de cena, los temidos y
estresantes desayunos (podéis leer el post al respecto aquí) y como no, los
almuerzos.
Dejando el tema de comedor escolar aparte, ya que daría para un post específico, los almuerzos se convierten de repente en estos primeros, días en el centro de nuestra vida. Entiendo que si estáis leyendo este post es porque os interesa la alimentación de vuestros hijos e hijas, y tenéis claro que queréis una alimentación saludable y de calidad para ellos y para toda la familia. Bien, pues comencemos por ahí, ¿Por qué este agobio con los almuerzos escolares queriendo de repente que todo lo que les ofrezcamos sea lo más sano posible? La realidad es que así debería de ser todo el año, sea entre semana, fin de semana, vacaciones o periodo lectivo. Durante todo el año deberíamos tener la preocupación de ofrecer para los almuerzos opciones saludables y de calidad (y quien dice almuerzos dice meriendas, ya que las ideas pueden ser las mismas).
Horario
infantil.
¿O
quizá deberíamos referirnos a él como horario familiar?
No vamos a engañar a nadie si decimos que esto de la ma/paternidad no nos cambia la vida. Nos la cambia sí, o bueno, mejor dicho, nos la reestructura de forma diferente, ni mejor ni peor. Creo que no me equivoco si digo que uno de los cambios más importantes es el tema horarios: comenzando por esas horas de sueño robadas, esas siestas a deshoras, esos malabares en los horarios laborales para llegar a todo y poder disfrutar lo máximo de nuestros hijos/as, esos cambios en los horarios de las comidas…. Y precisamente este último punto es del que vengo a hablaros hoy.
Una
de las cosas que más nos preocupa a los padres/madres cuando nuestros peques
empiezan con la alimentación complementaria (AC) es que coman. Bueno cuando
comienzan la AC y cuando van creciendo. Y es que vivimos en una sociedad
marcada aún por las generaciones pasadas, donde poder comer todos los días
buenas cantidades de alimentos era casi un lujo, los niños y niñas “rellenitos”
eran sinónimo de que eran de buena familia. Pero los tiempos han cambiado y a
día de hoy y en la sociedad que nos ha tocado vivir, podemos sentirnos
afortunados, ningún niño se va a morir de hambre. En España en torno al 40% de
los niños/as sufren sobrepeso u obesidad (informe OCD-NAOS).
Cómo todos sabemos, con la llegada de un bebé a casa comienzan los gastos y las compras de productos que nos parecen imprescindibles para nuestra supervivencia como madres y padres, pero ¿realmente los son? Con el paso del tiempo nos damos cuenta qué muchos de esos imprescindibles no los eran tanto. Y ya pasada esa euforia inicial, de pronto llegan los 6 meses del bebé y con ello el comienzo de la alimentación complementaria. Esto se traduce en otra oleada de gastos en base a nuevos utensilios en la cocina: baberos, tronas, vajilla, cubiertos, babycooker…. Pero, ¿son de verdad indispensables? En este post os dejo mi opinión al respecto, a la par que abordo temas como la importancia de la autonomía en torno a la alimentación y como siempre digo la importancia de respetar sus ritmos. Espero que disfrutéis de la lectura.
Hoy vengo con el último post dedicado al mundo
del etiquetado, esta vez toca centrarnos en aspectos que aparecen en la
etiqueta de un alimento y que me parece importante que sepáis interpretarlos,
aunque no sea lo que más deba condicionar vuestra elección de un producto.
APORTE CALÓRICO
Desde luego que el aporte calórico de un alimento nos puede orientar sobre el tipo de producto que tenemos entre manos.